Se iluminó la estancia de tu gracia,
al acercar a tu boca la mía temblorosa,
mientras por tierra y cielo tuve la audacia
de cortarle al rosal la más preciada rosa.
¿Qué jugo, di, qué jugo el corazón invoca
que tiene en tus labios tan íntimos dulzores?
¿Será el nectar que las abejas buscan en las flores
y las transportan al panal de tu boca?
¡Oh, beso! que hizo fraguar los colores,
en tu cara y boca, con fogosidad,
abriendo en lo más puro de los corazones,
la puerta de acceso a la eternidad.
Tu labio, jardín donde la fiebre es jardinera;
botón caliente de mi labio al límite
fundiéronse en en el fondo de la hoguera
para beberse juntos de un beso el infinito.
J. Plou
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