Inmenso es el tesoro,
que cierran estos dones para el mundo.
¡Las flores! la alegría de las flores,
la rica multitud de sus colores,
el corazón dilata,
y al alma inunda de placer y vida,
La inmensa variedad de sus olores
que el céfiro desata
y con ala atrevida
el rosado manto de la aurora
y por la noche el estrellado velo,
espléndido embalsama,
da plácido consuelo,
a quien afligido llora,
más tierno amor a quien ama
y un misterioso bálsamo derrama
del alma en lo más íntimo y profundo,
volviendo el ser a un delicioso mundo
de nuevas ilusiones
que tiernas conmociones
causan al corazón, alienado
con los vagos recuerdos que las flores,
gracias a sus olores,
del caos del olvido han evocado.
¿Quién, en al sentir la celestial fragancia
de las ligeras hijas, que a miles
abril y mayo engendran, a la hora
de un ser querido no recuerda la cara,
la voz, el continente, y la ternura
no siendo el recuerdo y la tristeza
que siempre ha de brotar del sentimiento?
¿Hay algo más bonito que los prados,
cuando las brisas de abril los mecen,
cuando, en mayo con tibio sol, florecen
miles de capullos ya aflorados?
¿Dónde están los pinceles
que pintan estos cuadros de claveles
de rosas, tulipanes, amapolas,
violetas, azucenas, violas dalias,
camelias y otras mil corolas
orgullo y vanidad de la mañana,
que los ostenta ufana,
sembradas en sus mantos de esmeralda?
J.Plou
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